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RADIO CELESTE, por Pedro Pérez Linero

RADIO CELESTE, por Pedro Pérez Linero

HOGAR, DULCE HOGAR

 

A María Rodríguez

 

Una ciudad se abandona en el tiempo que tarda un avión en despegar.

Pero el corazón, que no entiende de revoluciones tecnológicas, camina a pie, como los primeros nómadas.

Vuelves a tu tierra pero, paradójicamente, aún no has llegado.

Mientras tus familiares y viejos amigos te dan la bienvenida con los brazos abiertos y unas sonrisas que abarcan de oreja a oreja, tú aún no has terminado de despedirte de los que acabas de dejar. La despedida no es una situación, no se queda en un abrazo y un "Cuídate mucho", sino que es un proceso, un proceso interior.

El corazón nos va construyendo hogares allá donde vamos, y lo que es más hermoso, el corazón nos va construyendo hogares en las personas que vamos encontrando en el camino y que hacen parte del camino con nosotros, aquellas a las que llegamos a querer especialmente.

Y es que la Poesía -gran invento- existe, forma parte de nuestras vidas. La Poesía es un hecho y, entendida en su sentido más amplio, trasciende el diccionario, nos lleva a enriquecer la Lengua y a enriquecernos a nosotros mismos que, al fin y al cabo, somos quienes la empleamos. La Poesía nos hace comprender que el hogar puede no ser una dirección con su correspondiente código postal, sino un nombre con su apellido (o sus apellidos).

Insisto, la palabra "hogar" es hermosa, puede ir directamente asociada al cariño que procesamos hacia otras personas.

Y, ¿por qué limitarnos a otras personas? ¿Por qué no ir más allá? O mejor dicho, ¿por qué no ir más acá, al que en realidad debería ser nuestro punto de partida?

Me explico: ¿Qué hay del amor a nosotros mismos?

No estoy hablando, por supuesto, de la masturbación en solitario -otro gran invento-, sino de la autoestima, la piedra angular que nos permite amar a otros de un modo saludable y exento de posesiones.

Por lo tanto, no estaría nada mal considerar que el primero de los hogares debería ser uno mismo.

De este modo, vayamos donde vayamos, nuestro hogar irá siempre con nosotros. Nos sentiremos más seguros en vez de indefensos y, esa fortaleza, esa confianza en nuestras propias capacidades, nos permitirá afrontar mejor todo lo que se avecine, ya que a fin de cuentas, se dice que la vida son dos días.

 

3 comentarios

Mariángeles -

Qué certeras son tus palabras, amigo, qué certeras...

Ana Mari -

Ole, ole y ole.

erpereh -

Precioso.
Tú de "hogares" debes saber mucho por tu experiencia vital hasta ahora.
Cuidate hermano.