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RADIO CELESTE, por Pedro Pérez Linero

RADIO CELESTE, por Pedro Pérez Linero

BAJAS POR DEPRESIÓN

(y 2)

 

 

El pasado domingo, quedó pendiente hablar del papel que juega la empresa cuando uno de sus empleados se da de baja por depresión. Vamos, pues, a ello.

A los ojos de la empresa -y, tristemente, incluso de los compañeros de trabajo- un empleado dado de baja por depresión es siempre un empleado sospechoso, y se sabe que la baja va para rato.

A la empresa, que carece por completo de escrúpulos y que ve en juego sus intereses económicos, una baja por depresión le jode, le jode, y mucho.

A partir de los quince días de baja, el enfermo pasa por un médico de la mutua de la empresa, que lleva a cabo revisiones. Y digo yo, ¿el paciente no tiene ya su propio médico?, ¿qué falta le hacen estas revisiones?

Está claro, no hay que ser un lince para darse cuenta. El empleado es sospechoso de estar fingiendo, y como tal sospechoso, en realidad es sometido a "inspecciones", aunque se pretenda maquillar y lo llamen "revisión".

El médico de la mutua, ejercerá en estos casos de inspector más que de médico, buscando el fraude si lo hubiere, y considerando al enfermo apto para el trabajo lo antes posible, ya que también están en juego los intereses (por supuesto, económicos) de la mutua. Y es que la mutua es otra empresa, por si no habían reparado en el detalle.

Mientras tanto, en medio de todo este baile de intereses económicos, nos olvidamos de que hay un serio problema de salud, un ser humano sufriendo una depresión, lo cual no es moco de pavo.

No quiero pecar de inocente y admitiré que también es cierto que el engaño existe, y que muchos trabajadores fingen sufrir depresión para conseguir una baja, sobre todo teniendo en cuenta que pertenecemos a un país, España, en el que la picaresca está tan asumida, que culturalmente se considera tonto a quien no comete fraude.

Pero si prestamos mínimamente un poco de atención a estos casos, encontraremos que la mayoría de las veces el trabajador no recurre a esta medida por vocación, sino que lo hace como un medio para vengarse de su jefe, que le ha estado puteando a base de bien.

¿Se justifica, entonces, el fraude? No, por la sencilla razón de que estos vengadores, además de joder a su jefe (si es que lo consiguen), joden a los que realmente sufren depresión, pues han dado lugar a un recrudecimiento en las medidas de detección del posible fraude, lo cual no beneficia en absoluto al enfermo. Es más, hay personas que, cayendo en una depresión real, no se atreven a darse de baja y se lo piensan dos veces antes de obtenerla, pues temen las presiones que se avecinan, y dado su estado no les apetece lo más mínimo una situación conflictiva de ese tipo.

El caso es que es habitual que esta película acabe en despido improcedente.

El empleado denuncia a la empresa, esta paga una indemnización y se quita por fin al muerto de encima, después de haberle obsequiado con un generoso surtido de disgustos, tensiones y preocupaciones, así como poniendo en tela de juicio su honestidad al tratarle siempre bajo sospecha. Todo esto, basta con dos dedos de frente para saberlo, no favorece para nada la recuperación de un enfermo que lo último que necesita es precisamente que le compliquen la vida. Es como si yo, permítanme el ejemplo, me encontrase de baja por un problema testicular y la empresa pretendiera obligarme a acelerar mi recuperación golpeándome en los huevos con un bate de béisbol. Además de doloroso, sería absurdo, ¿no creen?

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1 comentario

Ana Mari -

Muy fuerte.