Blogia
Plumabierta Espacio Digital

 


 

Con los ojos
rojos, escribo
para la inmortalidad.

Con los ojos
blancos, escribo
para nadie.

He dado mi vida
por la realidad.

Con los ojos
rojos, escribo,
sin embargo,
también para nadie…


Como quien bajo un árbol se guarece
de la lluvia. Y se cala. Y así la lluvia entra
lloviendo en el paisaje de su espíritu
y hace su carne lo existente: el mundo.
Luego, al lucir del sol, su pensamiento
en íntimo arcoiris lo deslumbra
más poderoso que la luz de fuera,
y translúcido siente que le acosa
la realidad y la pasión, la vida.
Y él es feliz, pues sabe que aquel orbe
en la movilidad del tiempo esquivo
jamás enfriará la luz de invierno.

 Jesús Hilario Tundidor

 

0 comentarios