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DE BRAZOS CRUZADOS

 

Hacia un frio del carajo. Estábamos aun a principios de Enero y, tras las nevadas que acababan de sacudir Reino Unido, mi amigo y yo nos reencontrábamos después de las vacaciones de Navidad. Al igual que aquella vez en verano en que íbamos buscando una cafetería mientras hablábamos del futuro, en esta ocasión también buscábamos un local en el que adentrarnos.

La conversación, al menos al comienzo, esta vez se centraba en el presente: Mi amigo había vuelto de España sin trabajo y yo, aunque con un empleo, mi reducción en el número de horas de trabajo semanales era realmente preocupante. Así empezamos la conversación, sí señor. No se puede decir que fuésemos, precisamente, la alegría de la huerta. Y es que la situación, créanme, era seria. Pero, como suele ocurrir, la conversación fue pasando de un tema a otro, enlazando el segundo con el primero, saltando a un tercero, etc.

Pasado un rato, las inquietudes que nos asaltaban eran bien distintas. Ya no hablábamos de nosotros, de las dificultades para poder pagar el alquiler. Hablábamos del mundo, de la extrema situación de verdadera pobreza en la que viven –y mueren- millones de personas. Coincidíamos, por ejemplo, en como las ONGs, a pesar de las buenas intenciones de casi todos sus integrantes, ayudan a mantener y perpetuar el sistema capitalista actual, basado en la desigualdad. Ambos coincidíamos en que, si los gobiernos apoyan y fomentan las ONGs es porque de este modo, a cualquier persona que quiera hacer algo por cambiar el mundo, se le ofrece la posibilidad de “aportar su granito de arena” a través de ellas, canalizando así sus inquietudes solidarias, y anulando las posibilidades de que el individuo en cuestión quisiese llegar más lejos. De este modo, se evitan voces que protesten, que llamen al cambio de sistema. Conectando con el articulo de hace dos semanas y con otros que me temo que habran de llegar, todo se resume en que hoy día, la REVOLUCION es preferible prevenirla por las buenas que aplastarla por las malas.

Entonces, decíamos mi amigo y yo, si no creemos conveniente utilizar esos canales, ¿cuál podría ser nuestra aportación? ¿Qué podríamos hacer para mejorar, aunque solo fuese un poco, las cosas? No teníamos respuesta pues, como admitíamos, criticar las ONGs podrá estar muy bien, pero nosotros seguíamos de brazos cruzados, sin hacer nada. Llegados aquí el sentimiento mutuo era de impotencia.

Fue en ese momento cuando me percate de algo que me pareció realmente hermoso: Ahí estábamos los dos, sin trabajo o casi sin él, y por un rato nos habíamos olvidado de nuestras propias necesidades y pensábamos en que podíamos hacer para realmente ayudar a los demás. Comprendí, o quise pensar, que el egoísmo aun no ha podido con todos nosotros, que si dos simples individuos, mientras buscan trabajo, encuentran tiempo para cuestionarse el sistema y preguntarse cómo se podría acabar con él, es que aun no está todo perdido.

No obstante, mientras pensamos, millones de personas siguen muriendo de hambre.

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1 comentario

MariÁngeles -

Yo sigo creyendo en el hombre, creo en ti, en tu amigo, creo en mí, en lo que está y en lo que podemos hacer con nuestras manos, cabeza o corazón; tengo ilusión y esperanza, amigo, que es todo.