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LA DICTADURA DE LO POLITICAMENTE CORRECTO

 

Hace dos años asistí a un ensayo de unos amigos que se encontraban preparando su exposición para las Oposiciones de Secundaria. Cual no fue mi sorpresa cuando vi como insistían en que era recomendable que durante la exposición, cuando se encontrasen delante del tribunal, dijesen “los alumnos y alumnas” en vez de decir, sencillamente, “los alumnos”.

 

La ley no obligaba a mis amigos a decir semejante estupidez, no hubieran ido a la cárcel por ello, pero fueron víctimas de una censura que no les permitía decir lo que sé de buena tinta que hubieran preferido, ya que ellos, al igual que yo, se muestran contrarios a estas moderneces*. Sabían, o suponían, que el tribunal que los examinase valoraría negativamente, como algo en contra de la igualdad de sexos (bueno, ellos hubieran dicho “género”, que esa es otra), algo que en realidad no era más que el uso apropiado de nuestra lengua.

 

Esta censura “del dedo índice (o dedo acusador)”, a una sola palabra tuya te señala como xenófobo, racista, machista, homófobo*, antimonárquico, insolidario, anarquista, utópico, anti-demócrata, radical, etc., entre todo un repertorio de adjetivos considerados por la sociedad como negativos, independientemente de que éstos lo sean o no.

 

Se apoya en el temor que tenemos a ser rechazados socialmente, a que nos señalen. Ese miedo al rechazo nos lleva a la autocensura, a reprimirnos, a tener que vigilar nuestras palabras no vaya a ser que nos tachen de algo indeseable. Así, se acaban diciendo gilipolleces como “hombre de color” en vez de “negro”, a decir “los ciudadanos y las ciudadanas” (se me seca la boca si tengo que decir todo eso), o a escribir letras que no existen (véase @).

 

También puede uno ser considerado un antisocial o un insolidario si se decanta por herejías del mundo moderno. Herejías como puedan ser, por ejemplo, afirmar que las elecciones democráticas son una falacia, o que la “discriminación positiva” no existe, que la discriminación es siempre  discriminación y punto. O puedes ser un machista malo malísimo si, en un acto puramente suicida, afirmas que la paridad en las listas electorales es una medida sexista, ya que contempla a qué sexo perteneces a la hora de crear las listas, en vez de limitarse sola y exclusivamente a evaluar tu capacidad para ocupar un puesto de responsabilidad.

 

Resultan aquí interesantes las catarsis que surgen como consecuencia de esta represión invisible. A veces me planteo que quizás no sea tan casual que cada vez abunden más y gocen de mayor éxito series de televisión de humor negro, racista, machista, etc. Estas series, a mi entender, no serían tanto un fruto de la libertad de expresión, sino más bien lo contrario, ya que pondrían en boca de personajes ficticios lo que no nos atrevemos a decir en la vida real, lo que a veces no nos atrevemos a decir ni siquiera en broma.

 

*Las palabras “modernez” y “homófobo” fueron incorporadas por la RAE en la edición de su diccionario en Internet hace solo unas semanas.

 

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4 comentarios

Pedrin -

Bueno, y ya nadie se acuerda de cuando, hace unos anyitos ya, Carmen Romero dijo aquello de "Jovenes y jovenas" en una charla que dio en una facultad.
Para este tipo de cosas los "socialistas" hacen escuela.

erpereh -

Lo de "miembros y miembras" fue ya el apoteosis de la tontería. Cuentan que en Cádiz se reian porque decian que si nadie le habia dicho a la ministra que el femenino de miembro no es miembra, sino "chocho" (cosas de Cai)

Antonio -

Buena reflexion Pedro. Un abrazo desde Cork

MariÁngeles -

Xapó.