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APRENDER INGLÉS

 

Aprender Inglés, al menos para mí, ha supuesto una lección de humildad.

Antes de llegar a Edimburgo, incluso llevando ya algún tiempo aquí, había algo que no me cuadraba sobre esta lengua pero, en vez de prestar la debida atención a la contradicción que se me presentaba, la dejé pasar de largo, como si no existiera, sin reparar en la gran enseñanza que encerraba. Bien, paso a explicarme porque, si no me explico, no nos entendemos:

Por un lado, yo era uno de esos españoles que, orgullosos de la riqueza del castellano, consideraba al Inglés una lengua más bien simple y debo admitir que, a veces, injustamente, la miraba con cierto desdén. Aunque era consciente de que su aprendizaje requeriría un tiempo por mi parte –eso nunca lo dudé-, pensaba que porque el castellano tuviese doscientas formas verbales, se llevaba por delante al Inglés en riqueza y complejidad, sin sospechar que esa riqueza bien podría venir dada por otros aspectos que yo aún desconocía.

Por otra parte –y es a este lado de la balanza al que debía haber prestado mayor atención-, encontraba que en esta lengua habían pensado y se habían expresado grandes escritores y no menos grandes filósofos a lo largo de la Historia, pensadores que, en ocasiones, no sólo habían influido sino que, además, habían revolucionado por completo los paradigmas de nuestra cultura occidental. Del mismo modo, era consciente también de que, durante siglos, generaciones de personas habían expresado todo su amplio rango de sentimientos y emociones, así como de pensamientos, en Inglés.

Hubiera sido de cajón, por tanto, concluir que para que todo esto fuese posible, era preciso que la lengua empleada fuese compleja, rica y llena de matices, para así estar a la altura de lo expresado.

Yo entonces lo intuía, pero mi estúpido “castellano-centrismo”, si se le puede llamar así, me eclipsaba lo que ahora me parece evidente.

Para llegar a esta conclusión, torpe de mí, he tenido que tomar el camino más largo: Residir en Edimburgo –curiosamente, cuna de grandes pensadores-, sumergirme poco a poco en su lengua hasta la aparición de esa maravillosa conexión –iba a decir “link”- que se da entre conocer y amar o, al menos, entre conocer y apreciar.

Ha sido entonces, está siendo ahora, cuando estoy empezando a aprender y a comprender que no existe ni puede existir una lengua simple, que la riqueza es intrínseca al idioma, sea cual sea éste, ya que va ligado a la propia riqueza del ser humano.

Es por eso que, a la hora de pretender aprender Inglés, yo diría que son necesarios cuatro elementos, relacionados entre sí, y que tienen que ver con nuestra actitud:

Paciencia y dedicación por un lado, ya que si estamos diciendo que una lengua es rica y compleja, ello implica necesariamente concebir su aprendizaje como un proceso lento que, como tal, requiere tiempo.

Respeto y humildad por otro, aunque esto último es algo que, sencillamente, deberíamos aplicar en todas las facetas de la vida.

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2 comentarios

MariÁngeles -

Tomo nota.

Ana Mari -

Hello! A mí me pasaba lo mismo que dices de pensar que eran simples, más de una vez lo hemos hablado tú y yo. Aunque está claro que yo no puedo llegar al mismo nivel de comprensión que tú, ya que vivo "en español", este año que estoy estudiando un nivel de inglés más alto del que estaba acostumbrada me he dado cuenta de que poco tiene de simple... Me he sorprendido viendo que para nombrar ciertas cosas tienen palabras distintas con diferentes matices, mientras nosotros usamos sólo una, y yo antes pensaba que eso sólo podía ocurrir a la inversa! Concluyendo, que me metía con ellos por su simplicidad, y resulta que la simple estaba siendo yo, o por lo menos inculta jajaja. Si es que nos queda tanto por aprender!